21 de julio de 1946
Insurrección popular triunfante
DERROCAMIENTO DEL MNR
Y LA RADEPA
Llega
el 21 de julio de 1946 y el régimen Villarroel-Paz Estenssoro-Radepa, se
viene abajo en medio de una enorme insurrección popular incubada en los
estratos bajos de la población, entre los grupos de trabajadores, entre los
estudiantes, los maestros y otras capas progresistas.
La
historia del 21 de julio de 1946, es
de difícil comprensión. Y lo es no precisamente porque sea confusa o de
complicada naturaleza. La dificultad radica en la gran cantidad de estudios,
artículos, libros y trabajos de investigación que se han hecho partiendo de
supuestos falsos para no entrar en colisión con una interpretación que
agresivamente se ha ido imponiendo en la historiografía nacional, apabullando
sistemáticamente cualquier opinión en contrario y presentándola como
“rosquera”, “oligárquica” o "comunista".
Una
cosa es evidente y está fuera de duda: el régimen Villarroel-Paz
Estenssoro-Radepa, se había vuelto muy impopular al cabo de más o menos tres
años en el poder. Las masas populares, la opinión pública y las fuerzas
progresistas presentían que el país se dirigía hacia una brutal dictadura de
tipo enteramente fascista que orgullosamente hacía aspaviento de sus crímenes y
delitos. En consecuencia se acumulaba una gran dosis de resentimiento en el
pueblo que no podía llevar sino a una
explosión como la que, en efecto, se produjo.
A
diferencia de otros acontecimientos insurreccionales, el 21 de julio de 1946,
no se inicia con un golpe militar, ni con un enfrentamiento entre fracciones
militares dominantes. Las jornadas de julio-46, tienen su origen entonces en el
cansancio popular frente a un régimen represivo de cinismo desbordante. Semanas
antes, los estudiantes, los universitarios, los maestros y otras
capas de trabajadores urbanos exteriorizaban sus protestas mediante huelgas y
manifestaciones que eran brutalmente reprimidas por la policía y el ejército.
Contrariamente a lo que esperaban las autoridades del gobierno, el nivel de la
lucha democrática subía en lugar de amainar con la represión. El movimiento, en
general, era auténticamente popular y revolucionario, pero naturalmente, la
oligarquía minera trataba de jugar sus propias cartas en medio de la confusión
política, como no podía ser de otra manera.
Intuye la oligarquía estañífera que el MNR y los militares radepistas
son los representantes de intereses
rivales que intentan desplazarla para asumir por su cuenta la misión
perpetuadora del sistema imperante. En estas condiciones, en interés netamente
clasista, apoya con todas sus fuerzas
la corriente antigubernamental.
Sin
embargo, lo importante es que la hegemonía completa del movimiento corresponde
al Partido de la Izquierda Revolucionaria
(PIR) que, con sus cuadros en función dirigente en casi todos los
sindicatos, tenía la posibilidad de liderizar todo el proceso. Esto ocurre días
antes de la insurrección y durante la misma como lo veremos con algún detalle.
El
punto de vista movimientista comienza, como vimos, incomprendiendo el propio
carácter del régimen de Villarroel y ya en cuanto a los acontecimientos de
julio, pierde completamente la orientación colocándose en posición antipopular. Naturalmente, si se
considera a Villarroel y su gobierno como revolucionarios, toda acción
antigubernamental resulta automáticamente contrarrevolucionaria. Pero ésta es
una ubicación mecánica y antidialéctica, pues no considera las contradicciones
de tipo secundario que se presentan en el frente burgués. Como siempre, las
fracciones burguesas buscan utilizar el sacrificio popular para obtener réditos
en su ascenso político en desmedro de otras fracciones burguesas y naturalmente
del interés popular.
Los
autores movimientistas ven el 21 de julio como una tenebrosa confabulación de
la oligarquía con el "comunismo" contra la “izquierda” nacional e
inmediatamente extraen la conclusión de que ambos siguen las consignas
internacionales de la alianza anti-hitleriana europea de la Segunda Guerra
Mundial. Si bien la oligarquía
estañífera fue siempre un puntual vasallo de los monopolios, no se puede decir
lo mismo del PIR, partido que no obstante algunas declaraciones ampulosas nunca
fue parte de la llamada Tercera Internacional, jamás tuvo vinculación con
Moscú, menos seguía órdenes precisas emanadas de ese centro de poder.
Es
sobre todo la literatura trotskista la
que, con más insistencia, pregona, por décadas, la presunta sumisión del PIR a
los dictados de Moscú, empero, en realidad, el partido político que tendría
estrechos contactos con la
Unión Soviética y su política sería el Partido Comunista de
Bolivia (PCB) fundado mucho tiempo después en 1950 y cuya trayectoria
seguiremos con posterioridad cuando sea necesario hacerlo.
Un
autor extranjero que vivió bastante tiempo en Bolivia, tiene los siguientes
conceptos en torno al 21 de julio, adoptando la posición del
"nacionalismo";
«La prensa, la radio y los estudiantes fueron movilizados desde
comienzos de julio de 1946 con vistas a dar un golpe decisivo al régimen
“nacionalista”. Los fracasos de los golpes de mano intentados el 20 de
noviembre de 1945, el 15 de mayo y el 13
de junio de 1946, le mostraron a la “rosca” que el camino no podía ser otro que
la movilización de las masas... En la primera quincena de julio de 1946
estallaba una huelga de maestros demandando reajuste de sueldos y
reconocimiento de sus derechos sindicales. El movimiento fue secundado
inmediatamente por los estudiantes secundarios, a los que más tarde se habrían
de agregar los universitarios. Lo sorprendente de ese movimiento huelguístico
fue el “desinteresado” apoyo que le prestaron desde sus orígenes la prensa, el
comercio y la “gente bien”.
Las manifestaciones callejeras fueron tomando un rasgo de violencia
cada día más acentuado. La muerte de un manifestante en uno de los tantos
choques con la policía, dio a los conspiradores la bandera que buscaban.
Ormachea Zalles (Rector de la
Universidad) apareció como la cabeza visible de la
conspiración, pero tras él se ocultaban las fuerzas reaccionarias de la baronía
del estaño. El 18 de julio eran asaltados los mercados so pretexto de escasez y
altos precios. Varios “varitas” (agentes de tránsito. N.n.)
eran asesinados y mutilados por la chusma enardecida por la prédica y el
alcohol. Los agentes provocadores daban así el campanazo sobre lo que pensaban
hacer más tarde. El ministro de Gobierno (Tte. Coronel Pinto), seducido por la
promesa de Ormachea de que él sería llevado a la Presidencia en
reemplazo de Villarroel, decidió traicionar a su jefe y hermano de logia.....
El 21 de julio se puso en práctica un bien premeditado plan de ataque. La Municipalidad, el
Departamento de Tránsito y el arsenal eran asaltados por la multitud, que logró
vencer toda resistencia y apoderarse de las armas. Así rearmada la masa se
dirigió al asalto del regimiento "Calama" y del Palacio. El ejército
había abandonado a su jefe, después de haberlo forzado a apartarse de sus
colaboradores civiles. La chusma enfurecida y alcoholizada penetró hasta el
despacho presidencial, en donde un balazo disparado a quemarropa puso fin a los
días de Villarroel. A continuación sus colaboradores y el propio Presidente
eran bestialmente masacrados por el populacho y sus cuerpos colgados de los
faroles de la Plaza
Murillo.....» (1).
Agustín Barcelli, es un artesano de la pluma que, sin conocimientos sociológicos
profundos, intenta hacer una interpretación de los acontecimientos de julio
cayendo mansamente en los estereotipos movimientistas repetidos hasta el
cansancio.
En las consideraciones sobre el 21 de julio
de 1946, otra vez se destaca el papel “revolucionario” del MNR y la
posición “reaccionaria” de la “izquierda tradicional”.
La cita de Sergio Almaraz, el máximo
representante de la “izquierda nacionalista”, es la siguiente:
«A nadie podría extrañar la coalición de la Embajada de EEUU,
“barones” del estaño y terratenientes para colgar a Villarroel de un farol de
la plaza Murillo, de La Paz,
el 21 de julio de 1946. Sin embargo, lo aberrante fue la entusiasta
participación en el ágape plutocrático de la “izquierda tradicional”….».(2)
Almaraz olvida qué él mismo era parte de la juventud del
PIR y después fundó el Partido Comunista, ambos señalados después por él mismo
como la izquierda tradicional. Incoherencias.
En el punto central, hemos señalado más de una vez que nuestra
interpretación del 21 de julio de 1964 es completamente diferente a la del
“izquierdismo nacional”. Si bien es cierto que durante la Segunda Guerra
Mundial se dio un panorama muy complicado por la vicisitudes de la política
internacional, es claro que los regímenes populistas de Perón en la
Argentina, Moriñigo
del Paraguay y de Villarroel de
Bolivia, mostraban una clara tendencia pro-fascista al extremo de ser
precisamente los tres países los que recibieron la calaña fascista que huía de
Europa por su derrota en la
Guerra., un hecho que jamás pudo ser desmentido por los
“izquierdistas nacionales”. (3)
El 21 de julio fue un gran levantamiento popular contra un
régimen pro-fascista que asesinaba a los
sindicalistas, a los socialistas, a los comunistas en Coati, donde algunos
prisioneros fueron arrojados vivos a las aguas heladas del Lago. El 21 de julio
no fue ninguna asonada organizada, fue una insurrección popular espontánea cuyo
resultado fue el advenimiento de la derecha por la defección del PIR que no
tuvo la osadía de hacerse del poder político cuando era la fuerza política
dominante.
La
llamada rosca estaba, efectivamente, interesada en la caída de Villarroel.
Empero ella, para implementar cambios de gobierno, tiene recursos muy propios e inconfundibles: fundamentalmente el
golpe militar. No es pues pertinente atribuir a la rosca la organización de una
insurrección popular. Las masas, debe saberlo Barcelli, se mueven en defensa de
sus intereses, de sus profundas reivindicaciones y lo hacen siempre justamente
para liberarse de la opresión y la represión. Este es el caso del 21 de julio.
La rosca mueve sus hilos en otras instancias y ante todo en los niveles
castrenses que son los del instrumento técnico de la dominación de clase.
Rechazamos, entonces, por absurdo el criterio de la organización de la
insurrección por parte de la rosca.
El
problema de las masas enfurecidas, alcoholizadas; de la chusma, el populacho y
otras expresiones semejantes, es una constante en el análisis movimientista del
21 de julio. Parece que, por arte de magia, hubiera desaparecido el ejército y
dueñas absolutas de las calles, las masas alcoholizadas hubieran perpetrado
toda serie de excesos y bestialidades. De acá arranca, pues, una peligrosa
concepción burguesa de desprecio a las masas y sus afanes de libertad. La masa,
sin personalidad, completamente alienada, enfurecida y movida por extraños
hilos mágicos que digitan los oligarcas, arremete contra los buenos y
angelicales militares radepistas que, indefensos, son abandonados a la furia de
la chusma.
Es
este un cuadro falso que tenemos la obligación de desmontar pieza por pieza.
Lo
más importante es dejar plenamente establecido que la “chusma” es en verdad el
héroe de toda nuestra historia: el pueblo boliviano que comenzó levantándose
lentamente, ganando paulatinamente cada palmo de terreno en la lucha desigual
contra un ejército armado hasta los dientes y con oficiales del tipo de Edmundo
Nogales, Francisco Barrero, Monje Roca, Escobar y otros que discuten cínicamente
con Villarroel, la “necesidad” de masacrar al pueblo (4).
Los
revolucionarios que inicialmente son simples manifestantes, van adquiriendo
mayor valor mientras nuevos elementos se pliegan a la lucha. La masa
revolucionaria se anima y con piedras y palos ataca algunos puntos débiles del
régimen y los toma con relativa
facilidad. Allí se consiguen algunos
armamentos. Aparecen los primeros grupos armados. El valor y la decisión crecen
vertiginosamente y se decide atacar nuevos objetivos. No existen planes de
ninguna naturaleza como lo afirma el movimientismo y todo se realiza con
rapidez espontánea en medio de una fervorosa necesidad de derrotar
completamente al militarismo.
Cae
la Municipalidad
en manos del pueblo e inmediatamente
después el edificio de la
Dirección de Tránsito. Las bajas que sufren los combatientes
populares son altas y naturalmente eso enciende más aún el rencor contra
quienes disparan a mansalva Sin embargo,
nada detiene a la masa popular que arremete embravecida los cuarteles.
Tenemos
a continuación otra perspectiva de los acontecimientos:
«La clase trabajadora no participó desde el comienzo en la
insurrección. Simpatizó con los que se oponían y luchaban contra el gobierno,
se mantuvo casi ajena a los sucesos. Algunos dirigentes sí participaron... Pero
no lograron arrastrar a los trabajadores desde los primeros instantes. Luego,
la clase obrera, superando a sus propios
líderes, bajó al terreno de la acción y llevó mucho más lejos que nadie hubiera
podido suponer que irían los acontecimientos....
Todos, hombres, mujeres y niños, se han arrojado a las calles. Una
alucinada esperanza los empuja con creciente ritmo de fiebre. Ha desaparecido completamente el
miedo... No hay dirección central. No hay siquiera dirigentes conocidos. Es el
hombre común, el ciudadano cualquiera, el que asume, cuando el caso llega, el
comando de un grupo...
Así concluyó la resistencia del “Calama”. Así concluyó, también con
ella, la última resistencia organizada en La Paz. La ciudad está en manos del pueblo. Sesenta
mil fusiles tienen los insurrectos. Tienen también quinientas ametralladoras y
otras armas. Tanques y cañones están asimismo, en poder de las masas. Se domina
la ciudad más importante de la nación. La nación, en su cabeza, se encuentra
dominada.... Obreros organizan milicias para asegurar el orden. También
organizan milicias los universitarios....
Milicias obreras y estudiantiles actúan... Barrio por barrio silencian los focos de
agresión..... Una lucha en la que murieron más de dos mil seres humanos ... las
fuerzas de represión del Estado, llamadas siempre “fuerzas del orden público”,
desaparecieron. El pueblo, en cambio, es una fuerza armada.....
La más profunda y popular insurrección de la historia americana......» (5).
Esteban Rey, periodista extranjero, pinta en breves párrafos, el verdadero
carácter del 21 de julio. Como él no tiene nada que defender ni justificar,
tiene su versión valor incalculable y muestra el profundo contenido popular de
la insurrección que nace y crece en el seno de las masas populares y se
desarrolla al calor de sus intereses supremos.
Los
militares pro-fascistas de la
RADEPA están aterrados y huyen precipitadamente del Palacio
Quemado que es el único reducto no alcanzado por las masas. Los asesinos de
Chuspipata, Challacollo y Caquena, saltan paredes y se descuelgan a las casas
vecinas. El pueblo los persigue encarnizadamente y finalmente encuentra en uno
de los rincones de Palacio a Villarroel y algunos de sus edecanes. Villarroel
intenta hablar con los asaltantes del Palacio, pero en respuesta recibe un
balazo mortal. La muchedumbre se apodera del cuerpo sanguinolento y lo arroja
por un balcón a la calle. Destrozado el cadáver es colgado macabramente en un
farol de la Plaza
Murillo, junto a él son también linchados otros dos custodios
del presidente.
Considerado
como un hecho aislado, es natural que nadie trata de justificar el asesinato de
Villarroel, pero sí se lo puede explicar.
No obstante, el grado de ferocidad que adquiere la lucha va
condicionando poco a poco al accionar general de las masas. Cientos de
cadáveres están esparcidos por las calles como efecto de la orden de balear
indiscriminadamente al pueblo, hay décadas de odio acumulado en el alma de un
pueblo que merece mejor destino. Nadie puede pues pedirle que sea magnánimo
cuando puede decidir sumariamente el castigo que corresponde a todo un sistema
de gobierno cuyo representante máximo se encuentra en sus manos. El pueblo
castigó severamente a Villarroel y lo hizo de acuerdo a un veredicto que fue
elaborando desde tiempos atrás. Otros, quizá más culpables que Villarroel, es
decir los que instigaron los crímenes del régimen lograron escapar y la culpa
toda recayó en el jefe de la
Logia que es inmolado en el fuego de la justicia popular.
Nosotros
pensamos que todos los militares que cometen crímenes y abusos sin nombre
contra el pueblo, deberían recordar a Villarroel. Ellos deberían pensar que si
no les pasa lo mismo, es porque el pueblo no puede hacer una insurrección
popular triunfante cada fin de semana. Empero, cuando logra realizarla, ¡guay
del militar que se encuentre al alcance de sus poderosos brazos!
La
insurrección popular ha triunfado…
Los
regimientos que no han sido derrotados tienen que volcar la visera hacia atrás
como signo de sumisión al pueblo.
Rey
tiene toda la razón: “no hay duda del carácter realmente popular del
movimiento del 21 de julio”.
Empero
veamos cómo se comporta la dirigencia pirista que es la que se encuentra más
cerca de la condición de dirigente de la insurrección. Los Comités Tripartitos
(Obreros, estudiantes y maestros) que habían estado funcionando durante la
insurrección, intentan débilmente defender su supervivencia, como expresiones
autenticas de la voluntad de las masas combatientes.
El
PIR, por el contrario, apoya la disolución de los mismos y propugna la elección
de un Presidente provisional que recae en la persona del Presidente de la Corte de Justicia de La Paz don Tomás Monje Gutiérrez.
A partir de entonces, todo vuelve a su cauce “normal” y las masas
desconcertadas entregan sus armas de nuevo a sus verdugos que se apresuran a
reconocer al mediador de una disputa en la que habían sido derrotados en toda
la línea.
¡Se
ha consumado una traición más en la historia nacional!
¡Se
ha entregado en bandeja de oro el poder capturado por las masas, de nuevo a la
oligarquía estannífera.
El PIR ridículamente trata de demostrar su
carácter “democrático” y lo único que logra es mostrar su total desconocimiento
de las leyes del desenvolvimiento social en medio de un criterio conciliador
inaceptable. Sin respetar el sacrificio heroico de las masas y pudiendo
constituirse en su fiel representante, prefiere adoptar el cargo vergonzoso de
suplente en la mesa tendida de las clases dominantes. Después de semejante traición,
nada podía evitar la defunción de un partido incapaz y cobarde.
Pero
no es sólo eso. La historia que construye el MNR y una “izquierda nacional”
desubicada, se encarga de remitir al PIR la responsabilidad de los colgamientos
que habrían sido planificados por la “Rosca” y verificados por el PIR. Toda
esta mitología es falsa, naturalmente.
Nosotros
sostenemos que nadie “planificó” colgar a Villarroel, que nadie “planificó” la
insurrección de julio-46. Ambos acontecimientos fueron obra del pueblo. En cambio,
la traición pirista de entrega del poder a la derecha, fue consciente, porque
efectivamente el PIR fue siempre un partido democrático-burgués que predicaba,
sin entender, un marxismo vacío y altisonante.
La insurrección popular triunfante del 21 de julio de 1946, pasa a
nuestra historia como un episodio excepcional, como una demostración fehaciente
de la capacidad, la abnegación y el coraje de un pueblo valiente y sacrificado.
Reivindicamos pues, con emoción, la bravura de nuestras masas populares y su
inclaudicable esfuerzo que algún día, no muy lejano, fructificará con seguridad
en una victoria aún más grandiosa y esta vez, definitiva.
Notas.
1. Barcelli, Agustín. “Medio siglo de luchas”. Págs. 182 y
183.
2. Almaraz, Sergio. Citado por Andrés Solíz Rada. «Almaraz en la construcción del Estado
Nacional». Internet.
3. Roberts
Barragán, Hugo. “La revolución del 9 de abril”, Págs. 94 y
95.
4. Céspedes, Augusto. “El presidente colgado”. Págs. 236, 237, 238, 239, 240, 241 y 242.
5. Esteban Rey. “En Bolivia la revolución empieza ahora”. Bs.
As. Págs. 77 y 79.
PCmlm.
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