01-11-13
LA SEMANA SANGRIENTA
EL GOLPE MILITAR DE TODOS LOS SANTOS.
La esperada reunión de la Organización de los Estados Americanos en La
Paz (OEA), pretendió ser utilizada para aplacar los ánimos y alejar por lo
menos momentáneamente, el peligro del golpe. El 22 de octubre inicia sus
deliberaciones la Novena Asamblea General y en ella la diplomacia boliviana
logra una sensacional victoria con el apoyo pleno que brinda la OEA a la causa
marítima de Bolivia, así como el respaldo y la solidaridad que se otorga al
proceso democrático recientemente conquistado.
Nadie podía pensar que, precisamente en esos momentos, se pudiera
repetir el crimen-institución del golpe militar de Estado. Nadie podía concebir
que, cuando la ciudadanía festejaba honesta y entusiastamente el
acontecimiento, se precipitaría una nueva y abusiva intervención del
militarismo en la escena política. Sin embargo, fue así, el 1º. de noviembre a
las primeras horas de la mañana, quince tanques Sherman y cuarenta tanquetas
obsoletas para una guerra internacional, destrozando la carísima autopista La
Paz-El Alto, convergían hacia el Palacio Quemado consumando el 189avo golpe
militar de Estado de la atormentada vida republicana boliviana.
El pueblo no salía de su asombro y un tanto burlonamente observaba el
desplazamiento de los tanques que todavía no habían abierto fuego y trataban de
someter a la población con un alarde de potencia y un despliegue de fuerzas
listas al combate. La maniobra fracasó totalmente y los tanques eran rodeados
por niños curiosos que introducían sus manitas en los resquicios de las
máquinas de hierro. Nadie temía ni a los tanques ni a sus arrogantes
conductores.
Pasaban las horas y se hacía evidente que el militarismo no estaba
jugando a la guerra. Se ocupó militarmente el Palacio de Gobierno y se emplazó
una veintena de tanques que apuntaban sus cañones al recinto parlamentario Por
la radioemisora estatal
"Illimani" se escuchó, por fin, la voz de los golpistas.
El nuevo régimen golpista, rechazado unánimemente por el pueblo y sus
organizaciones representativas, intentaba vanamente aparecer ante la opinión
pública como un régimen de "izquierda nacional" dictando
apresuradamente decreto tras decreto de halago a las organizaciones sindicales,
de respeto al parlamento y a la Universidad Autónoma.
«Alguien ha definido el golpe del l°
de noviembre como el "monstruo de dos cabezas". En efecto, el
golpe (algo original en su género) fue cívico-militar, con el Dr. Guillermo
Bedregal como turiferario mayor de los hombres de levita. Pero este "dualismo"
no se da solamente en la cabeza, se da también en
el componente ideológico y hasta en el vocabulario que se emplea. Dos líneas
ideológicas contradictorias pretenden explicar el golpe por razones opuestas
totalmente. En las actuaciones del coronel Natusch y de otros militares
golpistas se nota la presencia de ideas banzeristas marcadas por una línea
cerradamente anti-comunista, traumatizada con los fantasmas del
"foquismo", del "extremismo internacional" y de la
"guerrilla urbana". Generalmente no hacen más que repetir los
"slogans" de los tiempos de Bánzer....
La otra tendencia ideológica es "bedregalista" ya que
Bedregal aporta, no solamente las ideas, sino aun las expresiones mismas.
Un lenguaje decimonónico, de corte vetusto y rebuscado, que trata de
esconder con un verbalismo de avanzada actitudes y objetivos profundamente
reaccionarios. Fraseología hueca y pseudojurídica, propia de
"tinterillos".....» (1) Pàg.
6.
La anterior cita extraída de la publicación de la Asamblea de Derechos
Humanos, retrata exactamente el contenido de los discursos de las primeras
horas del golpe. Magistralmente pone al desnudo la demagogia bedregalista que
no confundió al pueblo, pero sí, a muchas organizaciones de la llamada
izquierda nacional.
Alberto Natusch Busch es el nuevo inquilino indeseable del Palacio Quemado y representa al
sector más reaccionario de las Fuerzas Armadas de la Seguridad Nacional. Ex-ministro de Asuntos Campesinos de Bánzer,
está seriamente comprometido en la masacre de Tolata y además, ha sido
repetidamente acusado de organizar conatos subversivos contra el gobierno
constitucional de Guevara. Como de costumbre, Natusch, siguiendo con brillo la
tradición más cara al militarismo, niega categóricamente las sindicaciones. Días
después, para demostrar su inocencia, asesta el 189avo golpe militar de la
historia nacional.
La primera respuesta al golpe es el Paro General y Nacional decretado
por la Central Obrera Boliviana que paraliza por completo el país íntegro
durante 24 horas. Cumplidas las mismas, el paro se prolonga por otras 24 horas
y así sucesivamente. Los golpistas nerviosamente patrullan las ciudades
mostrando cada vez más agresivamente su armamento mortífero, pero, al mismo
tiempo, balbucean, por intermedio de Bedregal, una monserga populista de baja
calidad.
El golpe militar había cumplido su tercer día y la resistencia nacional
crecía como reguero de pólvora. Las barricadas levantadas acá y allá por el
pueblo, obstaculizaban totalmente el tránsito no obstante su precariedad.
«El sábado 3 el gobierno de Natusch pierde la paciencia y lanza una
serie de decretos represivos y sus primeras arremetidas contra la Central
Obrera Boliviana. Los aviones de combate realizaban sus primeros vuelos
rasantes para amedrentar a la población, pero grandes grupos de personas siguen
impávidos desafiando las balas...
Ya desde la mañana del jueves en la Plaza San Francisco y en la Plaza
Pérez Velasco la gente insultaba a los soldados con
los gritos de "a las fronteras", "asesinos". Sonaron las
primeras descargas de ametralladoras. La gente se tiraba al suelo cuando
sonaban las descargas pero de nuevo se levantaban para seguir gritando. Los más
jóvenes buscaban piedras y palos para lanzarlos sobre los tanques. Los tanques
livianos comenzaban a desplazarse lentamente tratando de acercarse a los
manifestantes y de intimidarlos pero los jóvenes desafiaban audazmente a las
máquinas de guerra.
Las ráfagas de las ametralladoras se hicieron más frecuentes
apareciendo los primeros muertos y heridos sobre la calle. La indignación de la
gente subía de grado y a pecho descubierto enfrentaban a los tanques Sherman.
El repudio, el insulto y las piedras arreciaban, en la medida en que sonaban
más frecuentes las d.escargas.....» (2) Pàg. 8.
Eran más o menos las 22 horas del sábado 3 de noviembre. Unos minutos
antes, un traquetear de orugas anunciaba la bajada de los mecanizados desde su
base de El Alto ante el anuncio de la disposición de Natusch de hacer entrega
del mando de la Nación al parlamento. Por lo menos esos eran los rumores. Se
decía que algunas unidades militares habían expresado su oposición a tal
determinación y se preveía un encuentro entre las fracciones contrapuestas.
Nada de eso ocurrió confirmándose aquel dicho popular: "entre hienas no se
muerden".
La ciudad abierta y silenciosa esperaba atentamente el desarrollo de
los acontecimientos. De las zonas altas de la ciudad donde se habían retirado
algunos grupos pretendiendo organizar cierto tipo de resistencia, se escuchaban
ruidos sordos y persistentes desde la zona céntrica de la ciudad. De pronto, al
tratar de indagarse el origen de los ruidos, se pudo advertir que, como en un
sueño o en un cuento, verdaderos hormigueros se habían decidido a construir
barricadas para detener a los tanques. Jóvenes de ambos sexos niños, ancianos,
como en una verdadera comuna popular habían ocupado las principales arterias
céntricas y levantaban diligentemente reparos con todos los elementos de que
podían disponer; piedras, palos cables, adoquines, etc. La avenida Santa Cruz
completamente iluminada, presentaba un aspecto impresionante y conmovedor,
parecía que la gente deseaba contener los blindados con sus manos. Al pasar los
transeúntes eran invitados cordial pero enérgicamente a sumarse a la actividad,
la mayor parte de ellos accedía y tímidamente comenzaba a mover una piedra o
sostener un palo. Las barricadas eran muy débiles para frenar la marcha de
cualquier motorizado, pero qué enorme fortaleza humana estaba presente en el
trabajo, qué inmensa y sublime era la disposición de los bolivianos para parar
la agresión. Las actitudes y los rostros mostraban una determinación que muy
pronto tendrían oportunidad de comprobar los militares golpistas.
Desde muy lejos, cerca de las 24 horas, se podía escuchar nítidamente
la continuación de los trabajos en toda la zona central de la ciudad. Más
tarde, al amanecer del domingo 4, el avance de los tanques con sus cañones y
ametralladoras enfilados contra las barricadas y sus defensores desarmados, se
abría paso a sangre y fuego. Decenas de muertos y heridos serían recogidos en
la mañana del domingo como saldo de la singular batalla ganada por el ejército
de la "Seguridad Nacional".
Era el comienzo de la guerra de las barricadas...
La siguiente es la versión del informe de Derechos Humanos que venimos
comentando en tomo a los acontecimientos de la noche del 3 y la mañana del 4.
«Al anochecer del sábado llegan nuevos refuerzos bélicos. Alrededor de
la COB, se congregan grupos de obreros y de estudiantes tratando de levantar
barricadas para defenderla. Las descargas suenan cada vez más frecuentes y
cercanas. En la avenida 16 de julio, en las inmediaciones de la COB, mueren
varios jóvenes empuñando en sus frías manos piedras y palos. Aparecen
ambulancias y camiones del ejército recogiendo a los heridos y a los muertos
para llevarlos en dirección desconocida. Muchos de
los cadáveres (más de 100) no aparecerán jamás. Se habla de fosas
comunes desconocidas, se habla de aviones militares que los trasladaron hasta
la selva para que allí sean devorados por las fieras. En realidad no lo
sabemos. Habrá que esperar que algún testigo presencial, movido por los
remordimientos de conciencia, confiese la verdad.» (3) Pág. 8.
Armados con piedras y palos los combatientes populares ocupan todas las
arterias de la ciudad. Las barricadas se construyen con todos los medios
disponibles y es firme la resolución de provocar la caída de Natusch que desde
el l° de noviembre no ha abandonado ni por un instante el Palacio Quemado
convirtiéndolo en una verdadera pocilga como acantonamiento de tropa.
Las órdenes impartidas por los golpistas civiles y militares es
terminante: hay que limpiar la ciudad de "extremistas" y
"francotiradores". En realidad no existen francotiradores, la
población insurreccionada responde con sus manos desnudas la agresión del
fascismo militar y sus "armas" principales son el insulto, la pedrada
y el puño cerrado en alto.
Lentamente los tanques y tanquetas enfilan su marcha hacia las zonas
populares donde la resistencia se ha tornado incluso más obstinada. Ante la
arremetida de los blindados ceden las frágiles barricadas, pero inmediatamente
se construyen nuevas aunque el costo en vidas es elevado.
En la zona de El Alto se resiste sin vacilación. Un tanque que sube por
la autopista apunta su cañón contra un grupo de barricadistas y dispara a
sangre fría. Decenas de cuerpos sin vida de muchachos quedan tendidos en la
tierra árida de la planicie. El blindado huye rechazado solamente por los
insultos y las piedras que lanzan los pobladores.
Aviones de la Fuerza Aérea boliviana y algunos helicópteros artillados
siembran la confusión y la muerte con sus vuelos rasantes sobre la multitud que
lejos de atemorizarse, redobla su decisión de lucha. Un helicóptero fletado por
el ejército de la compañía americana "Grover" que construye un camino
en el norte de La Paz, se convierte en el peor asesino de las jornadas
sangrientas y era comandado por los capitanes Jofre y Palenque, ensañándose con
la población de los barrios marginales de la ciudad. Cualquier grupo de
personas, así sean éstas simples curiosas resultaba blanco perfecto para la
unidad aérea mercenaria. Con un odio indescriptible observaba el pueblo de La
Paz las circunvoluciones del helicóptero maldito.
Los tanques tienen ante sí literalmente todo un pueblo y además
completamente desarmado, pero que no cede ni un milímetro y responde incluso
con gestos e insultos las salvas criminales que lanzan las máquinas de fuego.
«La lucha contra las unidades blindadas
del ejército se intensifica y desde el centro de la ciudad los enfrentamientos
se desplazan hasta los barrios marginales. No se puede hablar propiamente de
combates, ni de lucha fratricida. El pueblo no tiene armas y quiere expresar su
repudio al golpe con lo único que tiene: piedras, palos, gritos, ...... Las
tropas disparan sobre todo contra los que levantan barricadas. Varios jóvenes
mueren sobre las rústicas paredes de adoquines que acaban de levantar contra la
omnipotencia de los tanques...» (4), Pág.13.
La estrategia popular de levantar barricadas fue totalmente espontánea.
Surgió como una necesidad imperiosa de las masas de expresar activamente su
disposición de lucha, su repudio, su profundo odio a los opresores. Por ello
mismo, los verdaderos revolucionarios consideraron su deber seguir y acatar las
determinaciones de las masas y se dedicaron inmediatamente a la construcción de
parapetos de piedras.
Empero la resistencia continúa no obstante los enormes sacrificios que
debe soportar la población con la falta de alimentos y otros elementos
necesarios para el diario vivir...
«Un sentimiento de angustia se va apoderando de la población. La
confusión, el desconcierto y la inquietud se generalizan. A ello se añade la
carencia de víveres. Los mercados están cerrados y la población tiene que
arrostrar graves peligros si intenta salir de la casa. Muchas personas mueren
por tratar de surtirse de algún alimento. (Extractos de los comentarios de
Radio Chuquisaca, Raúl Gonzáles)....» (5)
Pág. 13.
En realidad las barricadas a partir del domingo en la mañana, han
paralizado por completo la ciudad. La huelga general se prolonga el lunes, por
otras 48 horas y se diluyen las esperanzas del gobierno golpista de ganar la
batalla por hambre y por cansancio.
La Paz en noviembre de 1979, es un verdadero polvorín social y la
conciencia sobre la necesidad de cambios profundos, ha alcanzado verdaderamente
niveles francamente revolucionarios. El cinturón rojo de poblaciones marginales
es un verdadero anillo de hierro que rodea la ciudad que aparece como un
símbolo del pasado de ignominia vivido por el pueblo....
El lunes 5, el martes 6 y el miércoles 7, son días de una verdadera
guerra social. Los inéditos enfrentamientos han deteriorado por completo los
planes de los golpistas que ahora no saben cómo salir del aprieto. Natusch
desesperado y con voz aguardentosa anuncia su capitulación: entregará el poder
al Congreso Nacional proponiendo, al mismo tiempo, la constitución de un
triunvirato con su participación en el mismo. Levanta la "ley marcial"
y el" toque de queda", dictados el primer día del golpe.
«El miércoles 7 amaina el tiroteo. La COB, en un movimiento táctico muy
oportuno, suspende temporalmente el paro. Era urgente dar un descanso, permitir
que los obreros se reunieran en sus fábricas, dar oportunidad para que se
abrieran los mercados y la gente pudiera abastecerse. Psicológicamente la
tregua era necesaria para poder determinar nuevas formas de lucha. Algunos
sindicatos, sobre todo los mineros, no lo comprendieron así y pensaron que era
claudicación. Los dirigentes tuvieron que esforzarse para hacerles comprender
que la lucha continuaba y que lo único que habla que cambiar era la forma de
desarrollarla….» (6) Pág.13.
Finalmente, el día 16 de noviembre, después de desesperados esfuerzos
por salvar por lo menos la imagen, el golpista de noviembre renuncia dejando en
manos del Congreso la elección del Presidente de la República. Han terminado
las dos semanas de noviembre y la ciudad de La Paz así como la Nación toda
parecen despertar de una horrible pesadilla.
Se comienza a restañar las heridas.
El saldo de la aventura vandálica es trágico. Cálculos muy moderados
señalan unos 500 muertos y miles de heridos. El informe de la Asamblea de
Derechos Humanos ha contabilizado 216 muertos identificados, de los cuales
solamente 76 han recibido legal
sepultura, el resto ha desaparecido misteriosamente.
«Para que el coronel se diera el gusto de gobernar 15 días el país como
si fuera su hacienda, hubo que pagar el terrible precio de más de 500 víctimas.
Además, ha ensuciado de sangre el nombre de la institución armada (que no
estaba muy limpia. n.n.), ha hecho que el país regrese a los tiempos de los
"caudillos bárbaros", que se
hunda Bolivia en una crisis económica de características desesperantes, que la
democracia sea pisoteada..... Estos quince días han sido demasiado caros para
la Patria. Dios quiera que este coronel
sea el último asaltante del poder....» (7)Pág.
14.
Está fuera de duda que el ejército, durante las dos semanas teñidas de
sangre, se dedicó meticulosamente a ocultar muertos en la forma más macabra.
Vuelos misteriosos de aviones militares sobre el Lago Titicaca y sobre la zona
yungueña. Trabajos rígidamente secretos en el cementerio general a cargo de
soldados y oficiales, presumiblemente en fosas comunes o crematorios comunes,
etc. Inútil tarea la emprendida por el militarismo para ocultar uno más de sus
horribles crímenes. La gente desaparecida esos días fue asesinada por los
golpistas y eso lo sabe perfectamente el pueblo.
«El dictador-psicópata se ha ido para siempre. Su aventura terminó pero
el pueblo masacrado sigue muerto: las viudas son viudas, y los huérfanos serán
huérfanos para siempre...» (8) Pág. 14.
El golpe de "Todos los Santos" tuvo episodios de toda
índole. Por una parte, heroicos, sacrificados y ejemplares, siempre a cargo
del pueblo, de las masas populares. Por
ejemplo: los personeros de las diversas delegaciones latinoamericanas
asistentes a la Novena Asamblea General de la OEA, como sabemos, habían quedado
atrapados en la ciudad de La Paz como consecuencia de la huelga general que se
desató a raíz del golpe asestado por el militarismo cuando no habían terminado
sus deliberaciones. En uno de los momentos en que cesó temporalmente la lucha y
cuando se reiniciaron los vuelos internacionales casi con el único objeto de
evacuar a las delegaciones, los diplomáticos extranjeros tuvieron la
oportunidad de divisar y después relatar un cuadro patético por su
"fortaleza" y su debilidad. Un hombre, presuntamente un trabajador
fabril, forcejeaba duramente con dos mujeres del pueblo que trataban de
impedirle que ataque a un blindado con la única arma a disposición: su puño
cerrado en alto.
Desde la escalerilla que da acceso al avión, los representantes
latinoamericanos comprendieron sin esfuerzos que el pueblo boliviano, con valor
semejante, no estará jamás derrotado.
Por otra parte, a cargo de los golpistas militares se constata con toda
su crudeza un hecho infame e inmoral, un robo a mano armada a los depósitos de
reservas monetarias del Banco Central. En efecto, el día 6 de noviembre, según
el relato de la Asamblea de Derechos Humanos:
«Un jeep del ejército se acercó a las puertas del Banco Central y de
sus bóvedas se retiraron ilegalmente 69.208.650 pesos bolivianos (unos 3
millones y medio de dólares, aproximadamente)
Estos fondos se extrajeron de nuestras exhaustas reservas
internacionales cuando todos los Bancos (también el Banco Central) estaban
cerrados por encontrarse todo su personal en huelga general. Los Bancos recién
iniciaron sus actividades el día 8 de noviembre. Estos fondos en efectivo
fueron llevados directamente una parte a la Presidencia de la República, otra
al Ministerio del Interior y un tercer lote al ministerio de Defensa. La
oficialidad implicada en el golpe recibió una prima promedio de $b. 50 mil (2
500 dólares) en recompensa por el genocidio realizado. (El informe toma la
información de Ultima Hora, 24 de nov.79…»
"(9) Pág. 93.
Tenemos pues derecho pleno a afirmar que los bolivianos son un pueblo
heroico y valiente como el que más, mientras sus clases dominantes son las más
despreciables dentro de las peores.
Notas.
Todas las notas corresponden a la publicación: “La Masacre de Todos los
Santos”. Asamblea Permanente de los Derechos Humanos. La Paz-Bolivia Enero de 1980. Citas del 1 al 9.
Plataforma de Luchadores
Sociales.
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