Mauricio Aira
Las
víctimas de la violencia política
2013-01-22
- 22:37:25
Cuando Cecilia Ayllón juró como Ministra de
Justicia se comprometió al cumplimiento de la Leyes sin omisión alguna
incluyendo las signadas con los números 2640 y 3275 y de su disposición
reglamentaria No. 28015 para la ejecución del resarcimiento a las víctimas
de la violencia política que fueron pasibles de detención, prisión,
residencia ilegal, tortura, exilio o destierro, lesiones e incapacidad
calificada, muerte por violencia política, desaparición forzada y
persecución política sindical. El beneficio debió haber sido tramitado ante
la Secretaría de Derechos Humanos dependiente de la Secretaría de Estado
nombrada.
La reciente muerte del c. Benjamín Herrera Romero, boliviano de 64 años
padre y esposo, víctima de la violencia política y radicado en Suecia luego
de un periplo por Chile, Argentina, Cuba, Algeria en que ha consumido su
existencia calificando para beneficiarse con las disposiciones de las leyes
citadas arriba, me impulsa a glosar este texto.
Cuando salió la disposición en Bolivia que copió similares de Argentina, de
Paraguay, de Chile, de Uruguay, la esperanza inundó la existencia de
Benjamín. Cumplió con todos los requisitos, consiguió un apoderado que
llevase el trámite ante el Ministerio, no dudó en realizar los gastos, a
pesar de su magra economía familiar, se mantuvo en la larguísima espera de
uno, dos, cinco, más años hasta que le asignaron el número 1294 y la
promesa de que muy pronto, al producirse un nuevo cambio de gabinete
Benjamín podría finalmente cobrar el beneficio. Por lo menos cada 10 días,
me lo recordaba.
Benjamín Herrera Romero fue uno de los pocos bolivianos que participaron
del episodio del rapto de un avión de la Fuerza Aérea en Alto Madidi norte
del departamento de La Paz. Esta fuga referida entonces en los grandes
medios del Continente, constituyó una denuncia de los métodos de persecución
política por un régimen militar. lo recluyeron en el inhóspito
territorio del Madidi desde donde lograron fugar en busca de libertad.
Sufrió prisiones sin cuento hasta que al llegar al poder Hugo Bánzer Suárez
obtuvo refugio en Santiago junto a un puñado de compatriotas que
inmediatamente después del golpe de Pinochet, recluídos en el estadio
nacional, recibieron protección del Embajador Argentino.
Los trasladaron masivamente, algunos como Mario Rios fueron
brutalmente asesinados. Poco tardó la contrarevolución en llegar también a
la Argentina, se rebelaron los militares y echaron a la Presidenta Isabel
Perón, los refugiados no tuvieron otra alternativa que poner sus ojos en
los países europeos regidos por la social democracia internacional. Entre
ellos Olof Palme fue el más afectuoso, abrió las puertas de Escandinavia,
especialmente del Reino de Suecia a los refugiados latinoamericanos, al
grupo que en Buenos Aires esperaba ser evacuado sin demora.
Benjamín fue apodado “tornillo” por sus camaradas primero del Partido
Comunista y más tarde de la falange que apoyó al Ché Guevara y que se
identificó como ELN, grupo pro guerrilla que fue el blanco de todas las
persecuciones. En una de las muchas confidencias, sesiones interminables de
tertulia y recuerdos, me explicó “tornillo” que en algunas acciones le
encargaron cuidar “los fierros”, las armas que desde un rifle y un par de
pistolas fue creciendo hasta convertirse en un pequeño arsenal. “Tornillo
aquí, tornillo allá”, le sabían responsable hasta la muerte de las
herramientas de defensa del grupo.
Madidi en medio del tupido bosque del noreste estaba apenas habitado por
unos pocos soldados y unos cuantos agentes de policía, los presos de 1971
fueron allí dejados a su suerte para vivir en un pahuichi, una choza donde
se apiñaron en grupos de seis, de ocho, de 10, en medio de un calor
abrazador de 40 y más grados a la sombra, alimentación de sobrevivencia,
culebras, tortugas, loros y otros animalitos, castigo reservado para los
peores delincuentes, insoportable para una persona normal, menos para los
citadinos, profesionales y estudiantes que llegaban de las ciudades, los
militares llegaron a reunir 60 presos, hasta que la acción de los
revolucionarios apoyados por los soldaditos frustró los planes de Bánzer,
en noviembre de 1971 tomaron el campamento y esperaron la llegada del avión
semanal con víveres y el correo.
En una operación bien planificada tomaron también el avión, lo abordaron y
partieron de allí. No todos, porque algunos decidieron quedarse. Entre los
raptores de la nave estuvo Benjamín. 16 pudieron escapar.
No cuesta imaginar la forma de vida en tales circunstancias, mal
alimentados, sin suficiente abrigo, fueron obligados a construir sus
propias celdas. El coronel Selich que terminó “asesinado” en un hecho nunca
aclarado, resumía todo el furor de un régimen que había provocado no pocas
bromas a raíz del rapto del avión en Madidi, el represor se estaba vengando
del incidente, en Coati se repetiría otra hazaña, cuando en noviembre del
72 casi todos se fugaron en lanchas y embarcaciones de los campesinos hasta
llegar a Yunguyu en territorio de Perú, atravesar el lago no fue fácil,
demasiados pasajeros para las precarias embarcaciones, los huidizos eran
73. Banzer se vio obligado a cerrar la famosa prisión del lago más alto del
mundo.
He referido con algún detalle el inicio de Benjamín en la lucha
democrática. Al ser un fugitivo de Madidi, así figura en el libro del Dr.
Vargas Martínez sobre el infierno verde donde los mosquitos hacían su
agosto en los debilitados cuerpos de los prisioneros políticos, también
Arturo Montalvo capitán del DC3 que los transportó al Perú donde pidieron
asilo en Chile y Salvador Allende los recibió según cuenta Javier Claure
uno de los protagonistas del episodio, porque los deshumanizados
funcionarios del Ministerio de Justicia, que en realidad debería llamarse
de la Injusticia con su titular Cecilia Ayllón a la cabeza, creyeron
que asignándole un código, ya habían cumplido con esta víctima. Nada más
falso, como tampoco cumplieron con Walter Bejarano, con Walter Machicado,
con José Vargas, con Diógenes Guarachi, y otros muchos que dejaron el mundo
de los vivos.
Estos c.c. se marcharon siendo doblemente víctimas, primero de los
regímenes de fuerza, y luego de la Injusticia ejecutada en un Régimen que
llegó al poder proclamando que cumpliría con las mujeres y los hombres que
pasaron por la persecución, la cárcel, la tortura y el exilio y que hoy
después de casi 8 años de iniciados los trámites, se tiene que las casi 6
mil víctimas, no reciben un solo mendrugo de pan, no obstante que
organismos internacionales de DDHH y de Amnistía y de Justicia
Internacional han provisto una parte de los fondos que servirían para
cumplir con ellos.
No puedo soportar el doloroso cuadro de c.c. que en Bolivia y fuera de ella
cierran los ojos sin conocer “el resarcimiento” que la ley del 11 de marzo
del 2004 acuerda a su favor y beneficio, siendo que el Ministerio de
Justicia tiene el deber de cumplir la Ley reglada el 22 de febrero del
2005, y estando reconocido su legítimo derecho.
No es posible que funcionarios probos, conscientes de su responsabilidad
institucional dejen pasar el tiempo sin ejecutar sin mayores dilaciones lo
estipulado, aún cuando serán sus viudas o herederos que reciban el beneficio.
Si la dilación y el engaño continúan, los solicitantes tendrán toda liberta
de recurrir a Tribunales de Justicia Internacional en demanda de Justicia
en Derecho.
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