LA DEUDA MORAL DE LOS
BOLIVIANOS
Juan García Barañado
Los procesos sociales tienen una génesis
determinada por factores dialécticos sobre los cuales se fundan: los procesos
sociales no se producen por generación espontánea, sino que son el resultado de
procesos que se generan en las condiciones materiales de
existencia. El período de las dictaduras también ha sido producto de las
condiciones de crisis a que nos condujo, por una parte, la conflictividad de
los factores políticos de nuestro país, entre los cuales, la debilidad de la
propia burguesía que no pudo utilizar el Poder estatal para continuar viviendo
y reproduciendo las condiciones materiales de su dominación; y por su parte, el
pueblo que no alcanzó a organizarse políticamente para optar sus propias vías
de Poder estatal. Las crisis sociales que se produjeron a partir del terror que
desencadenó en la burguesía subsidiaria y sirviente de nuestro país a partir de
la gesta de la Asamblea Popular y posteriormente en la etapa de gobierno del
Dr. Siles, estuvo alimentada por la incapacidad de la izquierda de articular un
discurso unitario tras del cual pudieran marchar las masas. Se debió también a
la inmadurez de ciertos sectores de la COB que continuaron confiando en el
mesianismo de Juan Lechín y por otro lado, las otras izquierdas que estaban
dispuestas a hacer la revolución porque
pensaban que estaban dadas las condiciones objetivas de la revolución y no
identificaron debidamente al enemigo principal. Como sean, la derecha que tiene
la posibilidad de articularse mejor y más rápido, porque solo tiene como
programa la defensa de sus intereses materiales y de sus privilegios de clase,
con la ayuda del imperialismo, desencadenó al fascismo. Al verse imposibilitada
de resolver los conflictos por la vía democrática, complotó con el sector más
reaccionario de las fuerzas armadas, en un esquema continental que ya había
sido puesto en práctica Brasil, en Uruguay, en Chile y Argentina y que sirvió
para introducir por la vía de la violencia estatal, el neoliberalismo. Todo eso
ha ocurrido porque se habían dado ciertas condiciones materiales primero (como
el empobrecimiento de los salarios) y la corrupción de los mandos militares
implicados en la administración del Estado y posteriormente, como consecuencia
de la maduración de factores políticos que privilegiaron, en los sindicatos, luchas
reivindicacionistas salarialistas, que
se finalmente desencadenaron la represión fascista, iniciado por Banzer. Las víctimas no fueron los cocaleros, ni las
organizaciones campesinas y originarias, sino los obreros urbanos, los mineros,
los maestros, los intelectuales de la pequeña burguesía y los estudiantes y
universitarios. Los campesinos que sufrieron violencia política, fueron en
función de sus actividades partidarias, no como consecuencia de sus actividades
gremiales, ni por su pertenencia a
grupos o nacionalidades. La violencia fascista, con la cooperación argentina, chilena
y sobre todo norteamericana, implicó a los militares fascistas al amparo de la
“Operación Cóndor” intercambiaron víctimas y cometieron asesinatos, la represión
selectiva y gracias a lo que la burguesía birlocha, dependiente y reaccionaria,
antinacional y golpista, se enriqueció de las migajas dejadas por las
transnacionales. El fascismo sirvió de
ariete para introducir el neoliberalismo del que fue su principal
beneficiario, junto con las transnacionales. Por eso, la llamada “agenda de
Octubre”, no ha sido producto del espontaneismo de las masas alteñas, sino que
ha sido producto de las consignas de la izquierda que vivía en los llamados
“relocalizados” mineros y la izquierda que estaba en desbandada.
Ha pasado treinta años de todo eso y las
víctimas de las dictaduras, son ahora, víctimas de la indolencia del gobierno.
La construcción de la democracia, de la que se han beneficiado los gobiernos de
turno, ha tenido un costo que debe ser encarado por el Estado. No puede ser
que, por moral, que ahora se someta a la humillación a quienes dieron todo,
incluso su salud, su seguridad, la tranquilidad de sus familias y su tranquilidad
económica, para que los bolivianos de ahora recordemos, aunque muy
deslucidamente, que la democracia que ha llevado a Evo Morales al Poder, ha
tenido su costo en sangres, sufrimiento y lágrimas. La Constitución Política del Estado, en su Art.
15 que nadie debe sufrir tratos crueles, degradantes y humillantes. El numeral
II dice que nadie puede ser sometido a violencia psicológica. El Art, 113, dice
que la vulneración de los derechos concede a las víctimas el derecho a la
indemnización, reparación y resarcimiento de daños y perjuicios en forma
oportuna. Eso es lo que el Estado debe cumplir con las víctimas de la violencia
política, porque tiene el deber de cumplir una ley de la república.
El país tiene una deuda moral con los víctimas
de la violencia política. El gobierno tiene una deuda legal que debe cumplir
con las víctimas de la violencia política. No puede ser que se esté esperando
que los viejos luchadores mueran, como está ocurriendo, porque la muerte no
puede significar la consolidación de un acto de injusticia y desprecio por el
sacrificio de los constructores de la democracia.
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