Los guerrilleros del Madidi
Pablo Cingolani
Siempre demoro un proyecto: hacer un
estudio en detalle sobre la historia de lo que fue el campo de concentración de
Alto Madidi. Antes, mucho antes, de que el actual parque nacional existiera, en
un extremo de su territorio (precisamente donde hoy se encuentra el campamento
del mismo nombre), se había instalado este sitio de castigo a los opositores
políticos. Alto Madidi queda en el municipio de Ixiamas, Norte de La Paz. Ahora
hay un caminejo que llega hasta la comunidad de El Tigre; desde allí hay que
arribar al lugar a pie.
Hay tres testimonios escritos y
publicados sobre el Madidi como cárcel:
1) Alto Madidi. Testimonio de un
confinamiento. Ediciones Moxos, La Paz, 1973. Su autor es Germán Vargas
Martínez. Incluye el artículo escrito por Ángel Torres: El infierno también se
llama Madidi. Semana, Ultima Hora, La Paz, 30 de abril de 1971.
2) Nido de Marigüies. Testimonio de
un sobreviviente de la masacre del 20 de agosto de 1971 en la Universidad
Gabriel René Moreno y la vida de preso político en el campo de concentración
Madidi. Edición del autor, Santa Cruz, 1996. Está firmado por Luis Enrique
Mazzone Roca y
3) Fuga de la prisión verde. Alto
Madidi: un campo de concentración en la dictadura de Banzer. Edición del autor,
La Paz, 2004. La obra corresponde a Jaime Taborga.
* * *
Los prisioneros estaban esperando la
llegada del avión de los abastecimientos para tomarlo y rajar de Alto Madidi.
El capitán Montalvo –un héroe, que debería ser reivindicado por la historia-
estaba al mando del operativo de fuga. Mientras tanto, había que comer. El
relato de Mazzone Roca sobre la expropiación de una tortuga para volverla sopa
es genial, de lo mejor que leí en Bolivia sobre el anecdotario militante, una
joyita que nos devuelve el ánimo. La transcribo in extenso como homenaje a esos
hombres. Dice así:
“El quinto día de espera angustiosa
del avión ha llegado y el cielo permanece obscuro. No hay qué comer. ¿Qué hacer?,
pero es Chubé, que encuentra la solución al mayor problema de este día gris y
obscuro, que no promete nada. Y Chubé dice: —yo creo que la solución está en la
peta del changuito orureño. Se refería a la tortuga de un muchacho de dieciséis
años, natural de Oruro, que guardaba con mucho cariño, una tortuga de monte,
bastante grande; para solucionar el problema de cien hombres para un almuerzo.
—Cierto. Esa es la única solución—
dice Montalvo, moviendo la cabeza e inmediatamente ordena su decomiso. Chubé y
Mita, parten a ejecutar la expropiación de la tortuga, la misma que es tomada
contra la voluntad del muchacho, que exigía una indemnización de al menos
veinte pesos y los benianos se ocuparon de descuartizarla y del menú. Los del
último turno dormimos plácidamente, gracias a la lluvia, que refrescó el
ambiente y gracias al sueño que teníamos. No sabemos que tenemos que comer hoy,
hoy, pero el instinto de conservación nos hace percibir el agradable olor que
despide la tortuga en la olla. Son las once de la mañana y la cola ya está
esperando con media hora de anticipación, la sabrosa sopa que se cocina. Las
once y media de la mañana y la olla gigante comienza a vaciarse.
Media hora y la que fue una tortuga y
una sopa de tortuga, han desaparecido, como por arte de magia. Todos alcanzamos
a tomar un plato de sopa caliente, con un pedazo de carne.
¡Qué sabrosa estaba la sopa!”.
El libro de Mazzone es mi favorito.
Cuenta una historia con final feliz. Los prisioneros logran su objetivo: toman
el avión y, sobrevolando la selva, la cordillera y el altiplano, aterrizaron en
Puno- Perú, desde donde luego se asilaron en la República de Chile, en ese
entonces gobernada por el compañero Chicho, Salvador Allende y donde fueron
recibidos como héroes. No abundo sobre esta historia (ver en internet:
Entrevista a Arturo Montalvo, militar boliviano en el exilio. Sobreviviente del
infierno verde, por Javier Claure C. en Rebelión, 11/08/2010). El libro de
“Yuyo” Taborga –uno de los fugados- también se refiere al escape a la libertad.
Es el libro mejor escrito, el más filosófico, también me gusta.
Sólo diré una cosa: la Bolivia
democrática y plurinacional de hoy le debe un reconocimiento a esta gente, que
escribió una página de gesta, un acto heroico, de valientes. Habría que hacer
una película, revivir este notable hecho histórico, para que la juventud
boliviana se inspire, se motive, se sienta orgullosa, y se dejen de ver esas
películas de mierda con la cual nos invaden y nos colonizan los gringos.
Río Abajo, 10 de marzo de 2011
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